Acaba de
suceder.
A un pozo
de Estambul
arrojaron
un baúl
y no era
cachivache
para que
fuera lanzado,
de ese
modo, a ningún lado.
Llegó una
hurí lejana,
de bellas
hebras de plata.
Lucía en
su garganta
collares
de esmeraldas
y tenía
en sus pestañas
brillos
del sol de Granada.
En su
sonrisa, estrellas
sin luz
de la madrugada.
Y en sus
lamentos, gemidos
de Luna enamorada.
Sus
tintineantes ajorcas
van
dejando una huella de albor
y una
simiente de amor.
No es
posible que exista el dolor
cuando
canta un ruiseñor.
En ese
cofre se guardaban
recuerdos
de un tiempo incierto.
Soles del
amanecer, ya muertos.
Campos de
cielos arados.
De otoños
abandonados, un espejo.
Fueron
baúles de azabache.
Quisieron
desafiar a las estrellas
y no lograron
levantar
sino el polvo
de sus
pasos al salir hacia el ocaso.
Un cofre
llevamos dentro
donde
aislamos lo que fuimos,
lo que
somos y seremos:
Aire.
Proyectos como el humo.
Aves sin
alas y con sueños en la nada.
Alcalá de Henares, 29 de agosto de 2015
Texto y fotografías realizados por Franziska.
Las fotos se tomaron en la exposición del fotografo español surrealista, CHEMA MADOZ. Se pueden captar reflejos y sombras.
Lo siento pero no he podido evitarlo. Puesto que mis versos y su sentido pretenden también pisar el terreno del surrealismo, encontré una excusa para publicar las fotos. Por esta vez, no parto de una palabra dada, lo que no deja de manifestarse también un tanto surrealista a pesar de mis esfuerzos.